Por
Luciana Rodríguez.
Alumna del Taller de PDI
- ¿Le importará algo a la conchuda esta? – pregunta una adolescente, a la que la bandera
argentina le cubre los hombros.
Y … algo le debe mover, quédate bien tranquila.
Recién escuché que en la quinta de Olivos hay un quilombo infernal, y encima
ella está ahí. – responde la madre, una
mujer bajita con unas plataformas de diez centímetros, por lo menos.
Pero estamos lejos de la quinta de Olivos, casi a
cien kilómetros, más precisamente en las escalinatas del Pasaje Dardo Rocha en
el centro de la ciudad de La Plata. Allí unas cien personas, entre bocinas, carteles,
cacerolas y cantos, se han dado cita en el 8N.
Son las siete de la tarde, pero los veintiocho
grados de sensación térmica se hacen sentir y los gritos y saltos elevan aún
más la temperatura. “Se va acabar, se va acabar, la dictadura de los K”,
vociferan. Un hombre de unos 50 años hace sonar una corneta constantemente, al
ritmo del canto, a su lado un bebe duerme en un carrito.
-Pero ¿qué hacés acá? – le dice una señora con un
gorro de Argentina a otra que sostiene un cartel.
La señora tiene un gorro de esos que se compran para
los actos de colegio, parecido a los que
se cree que usaban French y Berutti, allá por 1810. Las mujeres se
saludan como quien se encuentra en un evento social: beso, abrazo y alguna que
otra carcajada, y por unos instantes el tema de conversación son los nuevos
zapatos que tiene puesto la mujer del gorro de Argentina, unas sandalias color
azul, que según esta son más lindas que cómodas,
porque tiene que estar haciendo fuerza con los dedos para que no se le salgan; hasta
que vuelven al motivo que allí las convoca.
-
¿Qué escribiste ahí? – le pregunta la mujer del
gorro, en alusión al cartel que la otra lleva en la mano.
- Miralo, lo escribió Jorge en realidad – responde, mientras le muestra el cartel que
dice: “Menos micrófonos, más audífonos”.
-
Pero, ¡Qué
bueno está!
-
Es que la Kretina habla mucho y escucha poco.
Carteles con
frases como: “Violencia es mentir”, “Cristina escuchá” y “Que se vayan todas y todos”, van copando la
avenida 7 hasta cortar el tránsito. Ningún automovilista que pasa por allí y
tiene que desviarse de su recorrido normal se queja, incluso algunos
manifiestan apoyo a través de los bocinazos.
- Vamos a plaza Moreno, que hay muchos allá – grita el
hombre de la corneta, mientras señala hacia calle 50, por donde harán el
recorrido.
La procesión comienza a eso
de las siete y media de la tarde y en
las cinco cuadras que separan un punto de otro empiezan a sonar algunas
cacerolas, compoteras de plata o campanas, de esas que se usaban hace años para
llamar al servicio doméstico.
Dos chicas, de unos quince o
dieciséis años, toman gaseosa de un vaso de “Mc Donalds”, mientras su papá hace sonar dos botellas de
“Coca – Cola”, golpeándolas entre sí. Las chicas caminan mirando el celular de
una de ellas y llevan, entre las dos, un
cartel que dice: “Exigimos: EduCación, SeguRidad, JusticIa, Salud, Tranquilidad, UnIdad, DigNidad y LiberTAd”.
A la altura de 10 y 50 está
la estación de servicio ACA, una de las más concurridas de la ciudad, ya que es
pasada obligada para aquellos que salen de trabajar de las oficinas céntricas
cercanas. Desde que esa estación de
servicio está allí, siempre hay fila para cargar combustible, es que el espacio
es reducido y tiene solo cuatro surtidores. Este 8 de noviembre, cinco o seis
autos aguardan su turno.
-
Esta es la libertad que tenemos, mirá lo que
hicieron con YPF… Qué vergüenza – dice una mujer cincuentona, con una
escarapela en el pecho.
- Y, mirá la Fragata donde quedó – responde la amiga
indignada, a quien el calor le ha corrido todo el maquillaje.
-
Es una mentirosa.
-
Se hace la buenita y está cada vez más loca.
-
Yo la odio, nunca me pasó de odiar a alguien.
-
Yo también, la escucho hablar y la odio.
-
Yo no la puedo ni escuchar…
La marcha llega a la plaza, donde además de algunos
convocados al 8N están quienes trabajan allí siempre, quienes conocen de
memoria cada recoveco y quienes pasan sus días allí, incluso llegando a hacer
de aquel lugar su hogar: los trapitos. Esa tarde hay
dos chicos limpiando vidrios y vendiendo algunos jazmines, uno tiene
veintiocho años y se llama Manuel y el otro, tiene dieciséis y se llama
Rodolfo.
Los chichos, están sentados en uno de los bancos, en
el mismo de siempre, en ese que está frente a la Municipalidad, en ese que se
sientan a descansar cada vez que el semáforo les da un respiro, es que trabajan
desde las nueve de la mañana hasta las diez u once de la noche, eso sin contar
los fines de semana donde hacen jornada completa cuidando autos en los boliches
y bares cercanos.
Una señora que llega a la marcha, con su camisa perfectamente
blanca y rubor rosado en las mejillas, los mira de arriba abajo y acelera el
paso al caminar junto a ellos. Al llegar
al centro de la plaza saca un chas -chas de su cartera “Paurolo”, una de esas
pulseras con pezuñas originarias de Perú, Bolivia o Ecuador, y comienza su reclamo. Mientras, los chicos o
trapitos miran la gente que hay en el centro de la plaza y se ríen.
-
Nosotros somos pobres y robamos, esta es gente rica – dice Manuel, mientras se abanica con la
revista “La Tecla”, donde Daniel Scioli anuncia que pondrá otro patrullero a
disposición del municipio.
-
Que Cristina haga más escuelas y menos cárceles –
dice tímidamente Rodolfo – No sé, me parece a mi…
-
Esto es Argentina, nosotros salimos a la calle en el
2001. El pobre cuando sale a la calle sale a saquear. Esto es de gente rica - dice Manuel con una mezcla de tristeza y
desesperanza.
-
Que Cristina deje pelear por Malvinas y nos de para
comer – le dice Rodolfo, observando
fijamente a la señora que hace unos instantes lo miró con desprecio.
Alrededor de las ocho de la noche Plaza Moreno
comienza a llenarse de gente, para las nueve de la noche habrá allí entre
cuatro mil y cinco mil personas. Entre los carteles que dicen: “MaKia veliKa” o
“Libertad es dignidad, no a la esKlavitud” y algunos con consignas en inglés
como: “Game over” compañado con una foto de la presidenta, una pareja toma mate
sentada en pasto. Parece un día de picnic normal, pero ellos también están allí
por el 8N
- No hay una sociedad representada, por eso esta
convocatoria es tan grande. Una convocatoria sin carteles políticos – dice el
chico de anteojos y remera de Argentina.
Quizás el chico esté distraído mirando a su novia y
no note la cantidad de carteles que
ocupan la plaza, debe haber, por lo menos, una pancarta cada cinco
personas. Incluso algunos llegan con afiches vacíos para completar allí, como
la chica de vestido floreado que en el medio de la plaza saca un fibrón negro
de su cartera “XL” y comienza a escribir: “Seguridad, salud, libertad, educación”.
Se queda dubitativa unos segundos y le pregunta a su novio que más puede
escribir.
- Poné justicia - le responde este, mientras mira los carteles que tiene a su alrededor.
Dos chicos y una chica agitan una bandera de Argentina y saltan, con la misma emoción que saltan los hinchas de un club de
fútbol. La chica, una rubia grandota de unos diecisiete años, toca el silbato. La bandera está escrita con
pintura negra y dice: “No quiero votar a los 16, pero lo haré. Quiero un país
libre, por eso no votaré por usted ni por ningún K”.
Un vendedor ambulante se hace lugar entre las
personas y pasa vendiendo gaseosas y agua. Lleva una conservadora de telgopor,
le cuesta caminar y se nota que tiene
que hacer mucha fuerza, las gotas de transpiración le recorren la cara arrugada.
Cansado apoya la conservadora en el único pedazo libre de la Piedra Fundamental,
que se alza en el medio de la plaza. Nadie lo mira, parece que allí es invisible
Cuando en 1882 fue fundada
la ciudad, Dardo Rocha expresó que bajo
aquella piedra quedaban sepultadas “las rivalidades, los odios, los rencores, y
todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro
país”. Para desilusión de don Dardo
Rocha eso no se cumplió y allí, en esos nueve metros cuadrados hay alrededor de
veinte personas cantando “Cristina, conchuda, vos sos la dictadura”.
Un hombre, de gorra gris y remera roja, pasa vendiendo chips de celulares. No habla
con nadie, sólo camina entre la gente mostrando su mercadería. Pero nadie le
compra nada, ni si quiera lo miran. Se detiene un instante junto a una mujer
que hace sonar su campana y lleva en alto un cartel que dice: “Quiero jueces
con coraje político, honestos, que devuelvan lo robado y que ella, junto a sus
lacayos, vaya presa por ser delincuente”.
A las nueve de la noche las estrofas del Himno
Nacional se escuchan en la plaza, todos cantan a capela y levantan los
carteles, las campanas de la Catedral acompañan. Al finalizar el himno gritan: “Argentina,
Argentina, Argentina” y las cacerolas, compoteras, campanas y chas – chas
suenan en todo su esplendor. Incluso, una nena
de tres años que va a caballito de su padre, hace sonar su cacerola y
cuchara de plástico, piezas de algún juego de cocinita.
En la calle un grupo de adolescentes salta y cantan
“Ohhh yo no la voté, no la voté, yo no
la voté”. Un hombre canoso, de unos
cuarenta años, que lleva en su mano un cartel hecho en computadora que dice: “La
Fragata es suelo argentino, qué entendés por soberanía Kretina?”, se acerca a
los jóvenes
-
Vamos a putear a Moreno – les dice.
“Moreno, compadre, la cocha de tu madre” empiezan a
cantar los chicos y siguen: “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta
cobra planes trabajar”. Al lado de los chicos una mujer de anteojos, que tiene
un cartel que dice: “Si los jóvenes de 16 votan, que también vayan presos. Ley
para asesinos”, comienza a cantar con ellos.
Una bandera de Argentina con una persona cuyo rostro
es un gran signo de pregunta se despliega frente a la puerta de la
Municipalidad, esta representa al grupo “Anonymus”. Son seis personas con una máscara de la
película “V de vendetta”, donde un
hombre oculto tras una careta de Guy Fawkes, empieza una
elaborada y violenta campaña con el fin de derrocar el gobierno e
incitar a la población a adoptar un modelo anarquista. Los integrantes de
“Anonymus” dicen que ven coartada su libertad de expresión y que no tienen
derecho a reclamar y protestar, por eso están allí y llaman a una “Lucha de
acción no violenta”, aunque su máscara representa otra cosa.
Junto a ellos una mujer en cuclillas hace resonar
sus ollas contra el piso, golpea una y otra vez las dos cacerolas que trajo.
Mientras, un hombre robusto y canoso pega un cartel hecho en cartón en la
puerta de la Municipalidad: “Seguridad, libertad y educación”. Un nene de doce
años, que golpea dos botellas de plástico,
lo ayuda cortando la cinta.
-
Apoyan a una madre que tiene un hijo viviendo en
España y otro en Suiza ¿De qué desaparecidos me hablan? – le comenta el hombre
a su hijo, haciendo alusión a Hebe de Bonafini.
La camioneta de Cablevisión no tardó en llegar e
instalarse junto a la puerta de la Municipalidad. Un hombre gordo, a quien
apodan “la chancha” está en el techo
filmando lo que ocurre allí, mientras dentro un operador cuarentón, de
short y ojotas, dirige la escena. Cuatro televisores pequeños le muestran lo
que están filmando, en tres de estos aparece el periodista y en uno un paneo
general. Del televisor se escucha la voz del movilero: “Hemos interrumpido la
transmisión actual para contar lo que sucede en Plaza Moreno, aquí, en la
ciudad de La Plata”.
-Venía acá viejo. El micrófono búscame, no te quedes
ahí - le grita el operador a uno de sus
empleados.
- ¿Quién le sacó la nomenclatura a esto? – se
queja el empleado, un tipo flaco y
canoso, que está malhumorado y tiene la remera empapada en sudor.
-
Ahí está andando – grita el operador - Chancha, paneame la gente que está al lado. Dame más gente, dame
detalle, filmame cacerolas… dame otra cosa… ahí el cartel, centralo – dirige el
operador
A las nueve y
media de la noche comienza la vuelta a Plaza Moreno, quienes tienen banderas
argentinas las llevan en alto, tal vez haciendo alusión a lo que pidió el Jefe de Gobierno Porteño, Mauricio Macri a
través de su cuenta de twitter: “Marchemos bajo una sola bandera, la
argentina”. Una pareja, que está sentada en su auto estacionado, acompaña con bocinazos
y algunos sacan sus cacerolas a sus balcones y las hacen sonar cuando la marcha
pasa por allí.
Un chico vestido como militar: camisa de guerra y
borceguíes es su atuendo, se hace lugar entre las personas y les deja un
volante. El chico de llama José, tiene veintiocho años y pertenece a la “Red patriótica Argentina: Nacionalismo
Militante”
-Estamos contra el gobierno porque no respeta las
instituciones y valores. Por ejemplo, ahora cuando a un chico le va mal en el
colegio le echan la culpa a la maestra y los padres defienden al hijo. Una
vergüenza. Nosotros queremos volver a instalar
valores perdidos – le dice a un grupo de señoras a las que les entrega su
folleto.
Mientras la vuelta va finalizando, frente a la
Municipalidad comienza a alzarse un inflable con la cara de un hombre. Todos se
preguntan quién es, algunos dicen Pablo Bruera, actual intendente de la ciudad,
otros hablan de Néstor Kirchnner e incluso algunos apuestan por Héctor Magnetto,
presidente y CEO del Grupo Clarín. Alrededor del rostro se forma un círculo y
un cartel luminoso dice: “Alejandro Mañanes 2013, a favor de todos”.
Los concurrentes creen que es un dirigente político,
aunque sólo se trata de una intervención artística por parte del escultor
platense Mañanes. Rápidamente varios se abalanzan sobre el inflable y lo
rompen. Los cánticos “Infiltrado,
infiltrado” y “Que se vaya, que se vaya” suenan en toda la plaza. Un gordo
empuja y le pega al escultor. “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”,
es el canto final.
flaca miraste la marcha por television!
ResponderEliminarte voy a cagar a piñas
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