Por Martín Mileo
Alumno
del Taller de PDI
El 8N amaneció en la
Argentina bajo la luz del sol que anunciaba un día en el que el calor iba a ser
el acompañante de las marchas. Hago énfasis en nuestro país porque a la
protesta también se unieron compatriotas en otras partes del mundo, por lo que,
si se puede decir, el 8N comenzó en realidad durante la madrugada. Esas
sub-marchas se convocaron en sitios como Australia (en la ciudad de Sídney);
Roma, Londres, Paris, Barcelona, Madrid, Málaga, Palma o Viena, en el caso de
Europa, y también en la propia Latinoamérica, como sucedió en Río de Janeiro
frente al consulado argentino.
“Yo
participé en Madrid del cacerolazo, vivo aquí desde hace 5 años. Al llegar a
las 19:30 ya había unas 60 personas con lluvia y frío. De a poco empezó a
llegar la gente con banderas Argentinas y cacerolas. Había familias enteras,
gente joven (mucha) y personas mayores. A las 21 horas éramos unas 500 personas
en Serrano 90, consulado Argentino. No se escuchó una mala palabra o insulto,
fue muy pacífico todo, había un camarógrafo de TN y mucha gente tomando fotos.
Estuvo genial y duró caso 2 horas el cacerolazo, todo el tiempo se sumaba
gente”, cuenta, por ejemplo, Julieta, que participó en el cacerolazo en el
exterior desde Madrid.
Entre
las consignas desplegadas por los manifestantes se encontraban reclamos por
problemáticas como la inflación, inseguridad, intolerancia, y la “falta de
respeto a las instituciones democráticas”. También se hizo eje (al igual que lo
sucedido en el país) en temas como la relección y falta de “libertad”.
Ya
en Argentina y hacia el mediodía, la presidente Cristina Fernández, acompañada
por Daniel Scioli, encabezó un acto por la inauguración de un centro cultural
en la localidad de Ezeiza en el que se refirió al 8N sin nombrarlo. Los medios
se hicieron eco de las declaraciones. La Nación tituló “Cristina Kirchner habló
antes del 8-N: "No hay que aflojar nunca, ni en los peores momentos",
dándole así entidad a la marcha y enfatizando la gravedad del momento. Mientras
que, Página 12 recogió la cita de Cristina: “En los peores momentos es cuando
se conoce a los mejores dirigentes”, obviando referencias al 8N. Así mismo, en
la bajada remarcó una posición de sectorización de la marcha y su vinculación
con dirigentes de la oposición.
Además,
Cristina ya se había comunicado a través de las redes sociales por la mañana
donde resaltó que la marcha sería una evidencia de la calidad de la libertad de
expresión en la Argentina de hoy.
En
cuanto a la cobertura por parte de los medios de Buenos Aires durante el
preludio de la marcha, destacó la diferencia en el seguimiento de acuerdo a su
valoración de la gestión del gobierno de la Nación. Por ejemplo, en sus
versiones on-line, medios de la oposición como La Nación e Infobae exhibían una
marquesina que anunciaba el seguimiento en vivo de la protesta y que funcionaba
como link hacia todas las notas referidas al tema. En cambio, Página 12,
alineado con el oficialismo, no presentó información al respecto, al menos no
hasta el inicio de la marcha en sí.
Con
esos matices el día transcurrió bajo la expectativa por conocer la masividad
que tendría la protesta. Finalmente, a las 18 horas empezó la concentración en
Buenos Aires en el Obelisco, que sirvió como punto de encuentro de los
manifestantes. Además, también concentraron en Plaza de Mayo, logrando un
número que varió, una vez más, según la posición de la fuente que declaraba:
para la Policía Federal fueron unos 150 mil (que luego achicó a 70 mil con el
correr de las horas), mientras que la Policia Metropolitana estimó una cifra de
500 mil personas.
El
centro de Buenos Aires no fue el único sitio: se estima que unas 60 mil
personas se concentraron a protestar frente a la quinta presidencial en Olivos,
mientras que, en el interior del país 50 mil personas “cacerolearon” en
Córdoba, 20 mil en Rosario y hubo fuertes convocatorias en Mar del Plata,
Mendoza, San Juan, Tucumán, y Salta.
En La Plata, también
En la
ciudad la concentración comenzó a producirse a partir de las 19 horas en la
esquina de 7 y 50, frente al Pasaje Dardo Rocha. Desde allí comenzaron a
escucharse los ruidos de las cacerolas y algunos cánticos, mientras la movida
era registrada por un móvil de televisión. Alrededor de las 20, una hora
después y ya con una convocatoria que se había incrementado, la movilización
partió hacia calle 51 y desde allí confluyó hasta Plaza Moreno, el epicentro
del cacerolazo.
Ya
en la plaza, se podía observar que, además de las cacerolas que ya se han hecho
costumbre como instrumento de protesta, una variedad de manifestantes portaban
banderas nacionales, máscaras de la figura del seudónimo Anonymus y pancartas en donde se sintetizaban los motivos de la
movilización: los reclamos. Estos se centraron en torno a la negación de la
posibilidad de una modificación de la Constitución Nacional que permita la
relección presidencial, así como también una crítica por la inflación de los
precios y la inseguridad.
Empero,
estas consignas sólo aglutinaban lo que fue una multiplicidad de mensajes que
se caracterizaron por su heterogeneidad. “No a la reforma constitucional, no al
proyecto unificación civil comercial”, expresaba uno en referencia al proyecto
de la legislatura de una unificación y reforma de los Códigos Civil y
Comercial. “No quiero dólares, no quiero corrupción, quiero seguridad”,
expresaba otro, planteando una distinción en el reclamo con respecto al tópico
de las restricciones al dólar, teniendo en cuenta que en la marcha del 15 de
septiembre aquel pedido fue objeto de crítica por el arco del oficialismo.
“Argentina no es Venezuela, entendelo Cristina, no al chavismo”, fue otra de
las consignas que se repitió en los afiches. Acaso el cartel que manifestaba
mayor rechazo (a diferencia del resto) decía que “el peor enemigo de un
gobierno corrupto es un pueblo culto”.
Por
otra parte, hubo también escritos sobre temáticas de actualidad, como la del
conflicto de la Fragata Libertad retenida en Ghana o repudios dirigidos hacia
el dirigente del Miles Luis D’Elía.
Además
del uso de pancartas, los manifestantes entonaron el himno nacional y ciertos
cánticos como “Yo no la voté” o la pregunta “Si este no es el pueblo ¿el pueblo
donde está?”. Este último cántico puede ser interpretado como una
autoafirmación de clase. Lo cierto es, que en un principio, se podía observar
gente que, por su vestimenta, aparentaba ser de clase media y media-alta. Ya en
Plaza Moreno y con la masificación del cacerolazo, se podía observar, en cambio,
una preponderancia del primer grupo de clase media. Un ejemplo de esto que
sobresalió fue el de una manifestante vestida con harapos que portaba un cartel
que decía: “busco empleo hace un año. No me lo dice la ‘corpo’, me lo grita mi
bolsillo”. Su pedido contrastaba por no ser una demanda política del común,
sino el reclamo por su desocupación.
Luego
de las 21 la marcha empezó a dar vueltas alrededor de la plaza a modo de
conclusión. En medio de la gente se lo pudo ver también marchando al diputado
provincial por la UCR Sergio Panella. “Venimos a acompañar a la gente, a
custodiar también para que no exista violencia ni infiltrados y para que la
gente se exprese. Algo nos están diciendo y el gobierno se tiene que hacer
cargo. Hay algo que queremos mantener vivo, y es el tema de la democracia y
para eso nosotros luchamos, participamos y trabajamos constantemente para que
la gente se pueda expresar. Sólo hay cosas que compartimos y cosas que no”,
declaró. Quizás su presencia allí buscaba un acercamiento ante una realidad que
parte de las pancartas también apuntaban: el descontento para con la oposición.
9 de noviembre, el “post”
El
día después encontró al oficialismo tratando de minimizar el cacerolazo y a la
oposición buscando proponerse como una alternativa capaz de canalizar los
reclamos de la masa manifestada. En este sentido, las declaraciones de
dirigentes e intelectuales del kirchnerismo calificaron la marcha por la
negativa debido a lo que consideraron como su carencia de representación en la
política. Cristina Kirchner, en un acto con intendentes del conurbano declaró
que "el verdadero problema es la falta de un dirigencia política que
represente un modelo alternativo". En consonancia con esto, uno de los
intelectuales de Carta Abierta y filósofo, Ricardo Forster aseguró que le
“preocupó la distancia entre lo que pasó ayer en todo el país y la
representación de algún aparato político".
Por
el lado de la oposición, el alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri dijo
“emocionarse” con la marcha y apuntó que la gente “no quiere esperar tres años
más”. En tanto que Antonio Bonfatti, gobernador de Santa Fe, manifestó que “lo
importante es el 9 de noviembre, qué hacemos con esto, qué espacio le damos a
poder escuchar lo que la gente dice y avanzar con los consensos necesarios”.
A
la hora de analizar y extraer conclusiones sobre lo que significó y puede
significar la marcha del 8N a futuro vale hacer un paralelismo con los
cacerolazos de 2001 por la igualdad en la forma de expresión y protesta.
También por la realidad de un país que es capaz de repetirse con la apariencia
de no aprender de los errores.
Sin
embargo, hay dos diferencias a tener en cuenta entre esta y aquella
manifestación. En el 2001 el mapa de los medios no era el de ayer, en el que se
podía observar a Cynthia García, movilera de 6-7-8, teniendo un diálogo con los
manifestantes que desbordaba tensión y cuestionamientos. Tampoco (y esto es de
celebrar) esta vez no hubo represiones como en las marchas contra el gobierno
de Fernando De la Rúa ni ese clima de violencia.
En
este panorama, pues, parece una contradicción reivindicar las marchas de
aquella crisis y al mismo tiempo asociar a los manifestantes de ayer con
consignas o sectores que fomentan la destitución. Para el otro sector, el de
los llamados ‘caceroleros’, también existe la crítica. Si en 2001 gritaban
“piquete y cacerola, la lucha es una sola”, ayer en las calles se vio un vacío,
el de una fractura de clase. Durante la convocatoria en el Obelisco, varias
familias en condiciones de pobreza, que duermen allí al no tener techo, no
pudieron hacerlo. Su imagen era un postal de aquello que en verdad es el
problema desde el 2001, a diferencia de la falta de un político que lidere o
represente a la masa como diagnosticó el kirchnerismo.