Una experiencia muy interesante para los alumnos que muchas veces nos plantean que no quieren -y mucho menos sueñan- con trabajar en un medio. El sueño del medio propio hecho realidad por una pareja de talentosos periodistas y escritores. Comparto un texto valioso del sitio http://www.elpuercoespin.com.ar
Muchas veces, en el comienzo, nos vimos ante la dificultad de
responder a la imposible pregunta: ¿qué es el puercoespín? ¿Qué es este
medio extraño, hecho sin capital ni fórmulas previas? Creo que, después de dos años de lidiar con el asunto, nos
acercamos a algunas definiciones. No para lanzar proclamas o firmar
manifiestos. Más bien para iniciar un diálogo sobre lo que ha sido, es y
puede ser –un diálogo que acaba de comenzar, por iniciativa de un par
de colegas que nos han traído de nuevo la pregunta: ¿qué es el
puercoespín? Y si bien aquí intento dar una respuesta, no se trata más
que de una versión posible; incluso, una versión interesada. La
auténtica respuesta debería ser, quisiera que fuera, un mosaico
compuesto por todas las versiones de quienes usan, siguen, hacen y se
interesan por este medio. Entonces, estas palabras que siguen no son
tanto una sentencia final, sino una invitación a que todos aquellos que
así lo deseen escriban debajo aquello que consideran que el puercoespín
es para ellos. GP.
***
Me declaro lectora fiel de elPuercoespín,
una revista digital que nació en 2010 y que fue creada por los
periodistas argentinos Graciela Mochkofsky y Gabriel Pasquini. Es un
sitio de historias que con el talento y perseverancia de Graciela y
Gabriel ha logrado reunir un número amplio de colaboradores voluntarios
que nos da buen periodismo, ese periodismo que a veces se extraña en los
medios tradicionales.
“Cuatro
profesionales han sido editores del sitio en forma parcial. Otros
ayudaron y ayudan con tareas específicas: traducciones de diversos
idiomas, sugerencias de temas, etc. Luego, por supuesto, están todos los
autores que han producido posts especialmente para el sitio o nos han
cedido los derechos sobre su trabajo: en general, se trata de gente con
la que mantenemos relación, que son activos en colaborar con nosotros.
Otro amigo ha ayudado y ayuda en la resolución de problemas técnicos.
Dos diseñadores nos regalaron el logo del puercoespín. Y podría seguir y
seguir, porque nuestra idea es exactamente esa: que el puercoespín sea
obra de una comunidad que se intercambia ideas, noticias, entusiasmos,
asombros”, cuenta Gabriel Pasquini (foto), director del sitio.
¿Cómo nace el puercoespín y cómo se mantiene?
-El puercoespín nació de una combinación de cosas, como suele
ocurrir. Desde que dejamos el trabajo diario en los medios tradicionales
de la Argentina, hace una década, Graciela Mochkofsky y yo siempre
deliberamos sobre la posiblidad de hacer un proyecto propio. Hace diez
años, nuestra primera opción era el papel, donde habíamos hecho nuestra
carrera durante muchos años, pero requería una enorme inversión y
aquellos interesados en poner el dinero traían sus propias agendas, que,
sabíamos, acabarían por condicionar la posibilidad de informar como
creíamos que debía hacerse: sin compromisos con proyectos políticos o
intereses económicas que distorsionaran el trabajo. Esta había sido una
de las razones por las que habíamos dejado los grandes medios.Así
llegamos a Internet, como otros periodistas “tradicionales”: porque era
una posibilidad de hacer un medio con mucho menos dinero. En parte por
eso y en parte porque en esos años todavía no había un gran desarrollo
del uso de la red en la Argentina y en América Latina (todavía no había
explotado la web 2.0), tendíamos a pensar Internet como un mero soporte
alternativo para hacer exactamente lo mismo que habíamos hecho hasta
entonces -lo que, a su vez, requería dinero (menos, pero bastante),
etc-. Luego, ocurrieron dos cosas. La primera es que pasamos un año en
Harvard, entre 2008 y 2009, y pudimos vivir de primera mano la crisis de
los medios en los Estados Unidos y las nuevas experiencias que se
realizaban. Volvimos convencidos de que se abría una nueva era. La
segunda fue trágica: mientras deliberábamos sobre cómo hacerlo, murió mi
padre, periodista durante medio siglo en este país. Él fue uno de los
que, sin dudar, me dijo que debía hacerlo. De modo que, en un arranque
de energía, después de una década de disquisiciones, montamos todo en
diez días y lanzamos el puercoespín el 24 de marzo de 2010.Todavía se
mantiene por ese impulso.
Los periodistas pueden crear su propio espacio para hacer el
periodismo que a los medios ha dejado de interesar. Sientes que ese
espacio lo está llenando el puercospín.
-Sí, y no sólo lo creo yo, que obviamente quiero creerlo: lo creen -o
así dicen- también aquellos que siguen y participan en el puercoespín,
entre los que hay muchos periodistas. En el caso de la Argentina, el
periodismo ha sufrido un terrible bajón de calidad. Por una combinación
de factores (la crisis histórica de los medios y sus consecuencias
múltiples, los enfrentamientos políticos, etc), se han perdido ciertos
estándares mínimos de profesionalidad y la credibilidad de la prensa
está en cuestión. Hoy en día nadie está muy seguro de si lo que lee o
escucha en los medios en la Argentina tiene algún atisbo de verdad. Esta
coyuntura desgraciada ha reforzado mucho nuestra propuesta (la gente
nos dice que agradece que alguien levante el estándar de calidad). Más
allá de esto, adentro y afuera de la Argentina, creo que quienes siguen y
participan en el puercoespín se sienten atraídos por una mirada
distinta, que no encuentran en otros medios. Nosotros intentamos buscar
historias que vayan más allá de la noticia diaria o incluso de la
crónica bien escrita pero efímera o banal: buscamos aquellas historias
-escritas, fotografiadas, grabadas o filmadas- en las que un antropólogo
o un historiador del futuro podrían encontrar algunas claves sobre
nuestra época. Es ambicioso, pero ¡al menos nos da una meta que vale la
pena!
Se habla mucho de la crisis del periodismo. Y suelen hablar los
que ya dejaron de hacer periodismo día a día. ¿Cómo ves el futuro de los
medios? ¿Crees que es el tiempo de los pequeños medios independientes?
-Sí, creo que es así y que será necesariamente así, por razones
económicas, políticas y culturales. Pero me parece que todavía falta
mucho por recorrer. En primer lugar, los grandes medios tradicionales no
desaparecerán de un día al otro. No es así ni siquiera en los países
donde el desarrollo de Internet es abrumador, como los Estados Unidos. Y
no puede serlo, porque un cambio semejante no depende sólo de un
desarrollo tecnológico. Los medios son estructuras económicas, políticas
y culturales definidas por una serie de relaciones sociales complejas, y
también centros de poder que, como todo poder, no se cede porque sí.
Esto, en América Latina, es aún más nítido, porque aquí, en muchos
casos, los medios no siguen una lógica de mercado. Cuando se discute
sobre esto en los Estados Unidos se dice que el “modelo de negocios” ya
no funciona, que es imposible hacer rentable un medio tradicional como
se hacía antes. Pero ¿cuál es el modelo de negocios de un gran medio
latinoamericano? En muchos casos, no depende sólo de la oferta y la
demanda, porque el “mercado” no funciona como en las teorías liberales.
Los avisadores, el crédito, la posibilidad misma de existencia de un
medio, están condicionados por interferencias estatales y monopolios
privados. En Buenos Aires, por ejemplo, tenemos en este momento casi una
quincena de diarios que salen todos los días. Si uno lo piensa sólo en
términos de oferta y demanda, es imposible -algunos venden muy, muy
poco. Pero luego resulta que hay otras fuentes de financiamiento, otras
formas de sobrevivir… En otras palabras, están cumpliendo otras
funciones (políticas o económicas) que las de ser meros informadores.
Esa realidad no cambiará pronto, porque la necesidad del establishment
político y económico de contar con esos medios no desaparecerá de
pronto.
En segundo lugar, creo que aquellos que no han tenido entrenamiento
periodístico de algún tipo todavía tienen que aprender a utilizar con
más provecho los recursos de Internet. Quiero decir: esta es la era de
lo que antes se llamaba “la audiencia” o “el público”. Ellos serán
(seremos), cada vez más, productores y distribuidores de información.
Pero aquí también hace falta una experiencia histórica que llevará
tiempo.
Por último, creo que algunos de los mejores en mi generación de
periodistas en América Latina, aquellos que están entre los cuarenta y
los cincuenta años, están explorando las posibilidades de Internet como
una alternativa salvadora, cuando llegaron a un momento de su carrera en
que las opciones tradicionales ya les resultaban insuficientes o
francamente insoportables. Ese es el principal impulso para estos
pequeños medios independientes: esa gente, su talento, sus deseos de
hacer cosas, y el deseo equivalente de comunidades de
consumidores-circuladores de información que también desean que las
cosas cambien y que son los socios de estas aventuras.
Pero nadie sabe cómo hacer para financiar estos sitios. A mí me
preguntan cómo pago el café. ¿Cómo se financia el sitio que diriges?
-Con trabajo voluntario, algunos avisos, algún subsidio -en ese
orden. Lo pondría así: si tuviéramos que vivir del puercoespín, el
primer año hubiéramos podido pagarnos el sueldo de un mes, el segundo
año el sueldo de tres meses. Estamos en el tercer año y confiamos en que
la progresión continúe… Buscamos más alternativas: en mayo, Editorial
Planeta publicará una antología de textos del puercoespín, haremos
conferencias y ciclos de charlas, etc. Todo eso reportará algún ingreso.
Por ahora, no pagamos por el contenido: quienes colaboran con nosotros
lo hacen sin esperar retribución. Pero yo lo veo como una inversión.
Recuerdo que cuando iba a hablar con posibles financistas para crear un
medio “tradicional” de papel, siempre les decía que debían esperar al
menos dos años –cuando no tres– antes de llegar a un equilibrio entre la
inversión y los ingresos. Creo que en el caso de estos medios, creados
con ningún capital, la fórmula es parecida: hay que invertir los
primeros años a pérdida –si uno no tiene dinero, debe invertir su
trabajo, su tiempo, su poco o mucho talento, etc.– y apostar a que
aquello que uno hace es necesario y acabará por ganar su lugar. Pero el
futuro no está garantizado para nadie.
¿Qué opinión tienes de la agregaduría de contenidos? El debate
está abierto y hay crítica de todo calibre. Ustedes comparten mucho
contenido de otros, pero respetando el crédito. Sin embargo, no habrá el
que se moleste. ¿Cómo lo manejan?
-En efecto, es un tema cada vez más espinoso, desde que las grandes
empresas que producen contenido (los medios, Hollywood, la industria
editorial, la industria de la música, etc, etc) pasaron, como muchas
otras, de su fascinación por lo que creían que era un gran mecanismo
barato de promoción mundial a la comprensión de que estaban ante, no
meramente un competidor, sino la posibilidad de que su existencia misma
se pusiera en entredicho. Tras ese impresionante operativo
político-publicitario del FBI contra Megaupload, estamos en un momento
de retracción y ahora parece que el copyright vuelve con fuerza. Los
medios, a su vez, comienzan a explorar la posibilidad de cobrar por su
contenido en Internet mediante suscripciones, etc. Creo que es una
etapa: necesariamente la presión social irá siempre empujando hacia la
circulación libre de los contenidos. Por supuesto, esto crea el problema
de la ecuación económica (quién pagará para producirlos), pero me temo
que conviviremos con esa contradicción durante largo tiempo.
En nuestro caso, nosotros utilizamos distintas alternativas. Por
supuesto damos el crédito de los materiales siempre que podemos
obtenerlo (en general, por razones de control de calidad, es difícil que
publiquemos algo que no sabemos de dónde sale). En segundo lugar, si
publicamos un artículo de un autor determinado le pedimos permiso o lo
ha escrito o producido especialmente para nosotros. Por último, hacemos
agregación de dos modos. Uno, tradicional: artículos que encontramos en
los grandes medios o en otros más pequeños (solemos pedir permiso a los
medios que podrían ser considerados nuestra “competencia”), como se
suele hacer en las redes sociales, y creo que en el fondo lo agradecen,
ya que al poner el link uno les lleva tráfico a sus sitios. El otro es
hacer un collage sobre un tema. Por ejemplo, Internet en China:
lo que hacemos es seleccionar fragmentos de artículos o posts o videos o
grabaciones o fotografías y reunirlos en un solo post con un sentido
(por ejemplo, un fragmento de una historia sobre las cacerías humanas
vía Internet, un pequeño texto sobre los campamentos de reeducación para
adictos a juegos online, un posts de un blog de un argentino que llegó a
Hong Kong y no puede usar Facebook, la crónica de una guerra de hackers
entre China y Corea). Es un trabajo de edición nuestro, una
“intervención” como se dice tanto ahora, sobre material ajeno, cuyo
origen aclaramos puntillosamente en cada caso. La idea del collage es
convertir en género lo que el típico navegante de Internet hace todos
los días: leer un post o una referencia, saltar a otra similar, de allí a
un video, de allí a wikipedia, etc, etc.
¿El diario de papel tiene futuro? ¿Cómpras todos los días un diario o Internet es el quiosco digital soñado?
-Como decía antes, los diarios de papel todavía vivirán un tiempo con
nosotros. Creo que, a la larga, serán reemplazados, sea por los
lectores como Kindle o I Pad -y serán aún mejores en el futuro-, sea por
el papel digital o similar que desarrollan en Corea. He sido periodista
casi treinta años, veinte de ellos en diarios, revistas y agencias de
noticias, y soy escritor de libros, de ficción y no ficción. Pero debo
confesar que no extraño el papel. Por el contrario: ahora me resulta
limitado. Comencé a trabajar cuando las noticias se transmitían por
teletipo o por teléfonos rudimentarios. En la Argentina, era un desafío
encontrar un teléfono público y más aún que funcionara, y había que
tener siempre cospeles en el bolsillo, correr al tubo, componer en el
aire el boletín urgente y dictarlo a alguien que lo tomaban del otro
lado. En mi primer cobertura en la calle, el incendio de un aliscafo en
el Río de La Plata, transmitía a la agencia por un walkie talkie en el
que tenía que gritar y acabar siempre en un “¡cambio!”, como en las
películas. Había que recurrir a archivos de papel que generalmente eran
incompletos, por lo que uno terminaba apelando a la memoria, propia o
ajena. En 1999, fui a cubrir la guerra de Kosovo con un pequeño celular y
una laptop. Recuerdo andar por Belgrado de noche, cuando habían caído
las bombas, y hablar desde un auto con el secretario de Redacción, que
también era de otra época. Ahora son obviedades, pero entonces parecía
fantástico, no podíamos creerlo. Creo que cualquiera que haya vivido el
cambio tiene que abrazarlo, festejarlo y saltar de alegría cada día. Sí,
Internet es el quiosco, la biblioteca, la videoteca, la televisión y la
discoteca soñadas. Por supuesto, sigue siendo una experiencia especial
el contacto con los otros soportes: el libro de papel, el cuadro y sus
texturas. Pero ahora son eso: experiencias especiales a disfrutar, no
medios prácticos de acceder a un contenido.
¿Las redes sociales han servido para posicionar el sitio?
-Han sido esenciales. Sin ellas, el puercoespín no habría existido.
Allí desarrollamos nuestra comunidad, primero en Facebook y cada vez más
en Twitter. Hay gente que me dice: “ah, leo tu revista cada vez que
entro a Facebook”. Muchos tienen esa relación con el puercoespín: entran
por la página de la revista en Facebook, o por nuestras páginas
personales, al contenido, en lugar de tipear elpuercoespin.com.ar Bienvenidos sean.
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